miércoles, 15 de febrero de 2012

¿El desayuno de los campeones?


El culto al cuerpo, respuesta a un obsesivo interés por la belleza, parece estar muy extendido en nuestra sociedad. Aún se conservan estatuas sin brazos, rostros o piernas, procedentes ellas de la antigua Grecia, que sentaron las bases del ideal de belleza más trendy. De los hombres se esperaba que poseyeran un rostro dulce, mas el cuerpo de un atleta bien tonificado. Si nos fijamos en los hombres considerados como los más sexis de la actualidad -caso de Brad Pitt, Channing Tatum, Ian Somerhalder, Cam Gigandet... por poner solo unos ejemplos-, vemos que dicho arquetipo continúa aún vigente. Y eso que ya han pasado un par de milenios.  

Sin embargo, existe otro modelo, comúnmente denominado hercúleo, que es centro de interés por parte de Coincidencias trastornadas. El cine ha inmortalizado -especialmente en el género de las películas de acción- este tipo de súperhombre, y aquí dejo un puñado de nombres para aquellos despistados que aún no saben a lo que me refiero: Arnold Schwarzenegger, Sylvester Stallone, Vin Diesel, Dwayne "la Roca" Johnson... No podemos esperar de estos especímenes híperdesarrollados una flexibilidad admirable o una rapidez de movimientos similar a la de Speedy González. Pero qué duda cabe que nos resultaría difícil al resto de seres humanos inferiores que poblamos el mundo poder ganarles en un concurso de pulsos. 

Las representaciones clásicas del héroe Hércules o del adivino Laocoonte de triste suerte son el ejemplo que pareció tomar Eugen Sandow para cultivar su cuerpo hasta convertirse en toda una atracción social. Hay que decir de este interesante señor que fue el primero en organizar un concurso de culturismo, allá por 1901. Desde entonces, toda una saga de inefables culturistas han lucido sus músculos, dientes e hinchadas venas en diversos shows para conseguir el trofeo que premie su esforzado trabajo en el gimnasio. 

Dudamos de que en la estricta dieta rica en vitaminas de estos descendientes de los héroes de la antigüedad se incluya la bollería industrial. Pero no deja de ser chocante el parecido entre un torso de culturista y la forma abultada de cuarto creciente lunar del cruasán. El origen de este popular desayuno nos retrotrae a un momento crucial en la historia austriaca del siglo XVII. Sitiados por el ejército del imperio otomano (cuyo famoso símbolo es una media luna... atentos al dato), los vieneses resistían inexpugnables cual paisanos de Astérix. Cansados tras varios intentos infructuosos por tomar la ciudad, los turcos planearon un último ataque por sorpresa, en la nocturnidad y la alevosía. Pero a esas horas estaban trabajando los panaderos, que alertados por los ruidos, dieron la voz de alarma, y así el ejército austriaco no solo evitó la invasión, sino que expulsó definitivamente al enemigo. Y los simpáticos panaderos vieneses, en conmemoración de la victoria, elaboraron este sabroso bollito con forma de media luna. No tenían guasa ni nada.

No sé ustedes, queridos lectores, pero desde este blog no concebimos desayuno más delicioso que esta masa compuesta de hojaldre, levadura y mantequilla. Si además está relleno de crema, chocolate o mermelada, ¡tanto mejor! No podemos sino sentir de todo corazón que aquellos que hayan desterrado la bollería de su dieta, sean culturistas o no,  se vean privados de tan exquisita delicia.