miércoles, 19 de febrero de 2014

El alucinante mundo de Fidel

En este humilde blog sentimos especial cariño por el cine de animación, un cine, dicen los expertos, que ha trascendido los modelos del convencional -léase, con actores de carne y hueso-, yendo muy por delante de éste en lo que a calidad se refiere, y consiguiendo armonizar esa dualidad tan difícil de equilibrar que es arte/espectáculo.

Y ya dentro del cine de animación, no podemos sino batir palmas, quitarnos el sombrero (verdadero o imaginario) y caer de rodillas ante el asombro de la técnica stop-motion, género que parece realizado por chinos -y algún chino habrá detrás, por qué no-, ese cine, como dirían las abuelitas, "de marionetas". No hay más que imaginarse lo que debe ser estar horas, días, meses, años... ensamblando fotograma a fotograma cada minúsculo movimiento de todos y cada uno de los personajes que pueblan el plano para que uno empiece a sentir temblores de cansancio sin tan siquiera haber empezado.

Como una prueba más de este renovado género tenemos El alucinante mundo de Norman, producción de apenas 2 años de vida que fue candidata al premio de la Academia a la mejor película de animación. No es para menos. Trata de la simpática historia de un niño incomprendido que, como Mónica, una de las protagonistas de la entrada del mes anterior, se comunica con los muertos, lo que hace que sea considerado un friki por todos los que le rodean -incluido, tristemente, su propio padre-; y cómo un giro del destino (tan importante en toda trama que se precie) acabará por convertirle en el héroe de toda la comunidad.

Dentro de los impagables personajes secundarios que pueblan este film, hay uno que nos ha sorprendido hasta el aturdimiento: el tío Prenderghast -al que presta su voz un John Goodman tan entregado como acostumbra-, personaje algo alucinado que es el único en poder comprender a su sobrino Norman en lo que se refiere a tener amistades con el mundo de ultratumba -sus relaciones con un espíritu en particular serán claves en el devenir de la trama. También luce una barba y una gorra con visera que hacen recordar... ¡al mismísimo comandante Fidel Castro!

De este revolucionario comandante, personaje clave en la historia mundial reciente, poco se puede añadir a lo que han contado ya periódicos, revistas y libros de historia. Conversador incansable, como bien sabe el pueblo cubano gracias a sus interminables mítines, así como también el director norteamericano Oliver Stone, que le entrevistó largamente -no podía ser de otra manera- para dos documentales, Comandante y Looking for Fidel, este hombre eternamente barbudo no nació con barba en Holguín, aunque ya con rizos alrededor de la boca fue condecorado con la Orden de Lenin y nombrado Héroe de la Unión Soviética -entre otros méritos por sus traviesos jueguecitos con misiles soviéticos apuntando directamente a los EE.UU., lo que probablemente le convierta en el habano más amado en el país de los hielos. Eso sí, se ha mantenido siempre reacio a que su nombre luzca en calles y plazas en territorio cubano. Este antiguo camarada del Che ha sufrido más de 500 intentos de asesinato, algo que un tropezón en un escalón mal puesto estuvo a punto de conseguir. Sus opositores le toman por embustero, pues no parece haber conquistado ninguno de los logros que debía traer la revolución consigo, esa revolución que consiguió el derrocamiento del dictador Fulgencio Batista para erigir como líder de la causa marxista al comandante Fidel Alejandro Castro Ruz, pero que no les ha apartado de una situación económica tercermundista.

Pero, estimado lector, este hecho no le ha impedido tener amigos all around the world, y así, Castro ha tenido a lo largo de su existencia tratos y amistades (a cada uno lo suyo) con personajes tan dispares como Hemingway, Nelson Mandela, Vanessa Redgrave, Malcolm X, Gabriel García Márquez o el mismísimo Maradona, que luce el rostro del comandante tatuado en su redondo cuerpo. A partir de 2008, su hermano Raúl ha sido el encargado de llevar las riendas del gobierno en la isla más candente del Caribe, chico; y a Fidel Castro nos le imaginamos ahora, como en sus últimas apariciones públicas, como un flamante jubilado en chándal, posiblemente meciéndose en una hamaca mientras fuma un habano y ve la retransmisión de un partido de béisbol en un televisor fabricado en los años 80... Por acá somos así de imaginativos.

¿Continuará el modelo de gobierno cubano con el hermanísimo tras la muerte de Fidel? No lo sabemos. Tal vez el parecido entre el tío de Norman -creación, recordemos, proveniente del Imperio Americano- y el señor Castro no se halle tan solo en la apariencia, y también éste haya estado durante años leyendo cuentos para aplacar a una audiencia ardiente de revelarse contra sus mayores. El tiempo lo dirá. Por nuestra parte, en Coincidencias trastornadas, nos contentamos con apuntar una nueva coincidencia, como siempre, inquietante.