miércoles, 19 de diciembre de 2012

Luna menguante

Llegó diciembre y con él el frío. Es ésta una estación poco propicia para salir a dar un paseo por la calle. Las salas de cine, para las que los más visionarios auguran su desaparición en pocos años, pueden resultar un buen refugio donde resguardarse de la escarcha. Y si la peli de turno no merece la pena y nadie nos espera en casa, siempre queda sentir en nuestra piel y nuestro olfato el calor humano circundante. 

Para ello, desde luego, debemos elegir una película que posea gancho suficiente como para abarrotar las butacas, y no hay duda que la última parte de la saga Crepúsculo es una excelente elección. En esta última entrada del año queremos anotar una paradójica coincidencia la mar de cinematográfica: la que une a una estrella hollywoodiense en pleno despegue con una efímera actriz que tristemente ya no se encuentra entre nosotros.

Taylor Lautner estaba predestinado a poner rostro y tórax al personaje que le ha otorgado fama y fortuna, Jacob Black, por la feliz coincidencia de ser fiel seguidor del equipo de la universidad de su estado natal, Michigan: los Lobeznos ("Wolverines"). Sin embargo, ya era un tipo excepcional mucho antes: consiguió el título de campeón mundial junior de judo a los 12 años, convirtiéndose en toda una minicelebridad en los EE.UU. Y es que el Lautner de metro setenta y nueve que conocemos ahora lleva tonificando su cuerpo desde la tierna edad de seis añitos, cuando empezó a entrenarse en eso de las artes marciales, resultando el hombre lobo más sexy de la Historia del Cine. Dato éste que para sus antiguos compañeros del cole no debe resultar en absoluto asombroso, pues le votaron como la "mejor sonrisa" de la clase. (Y sí, cuando uno fija su mirada en Lautner por encima del cuello se percatará de su sonrisa profidén). En definitiva, la aún corta vida de Taylor supone todo un triunfo físico, admirado en la misma medida tanto por lascivas fans como por revistas centradas en el culto al cuerpo repartidas a lo largo y ancho del globo. 
Algunos miembros de la manada de Taylor Lautner. ¿Tienen razón los
que califican la saga de "porno para adolescentes"?...

Otra figura de la interpretación de marcado físico (aunque no del mismo modo que el de Mr. Lautner) es -o, mejor dicho, fue- la bonaerense Alejandra Podestá. Hablo en pasado pues fue hallada muerta (en trágicas y violentas circunstancias sobre las que no me extenderé) en su apartamento a mediados de este mismo año. Su única aportación al universo cinematográfico, De eso no se habla, supuso el último film de la hermosa María Luisa Bemberg. Película ésta con cierto tufillo al Fellini más surrealista (ayuda en las similitudes la presencia de Marcello Mastroianni), en la que la Podestá interpreta a la hija de una rica viuda -una espléndida Luisina Brando-, que no solo se niega a reconocer el enanismo de su descendiente, sino que con astutas artimañas prohíbe hasta la obsesión al resto del pueblo cualquier mención al respecto, lo que da razón de ser al título de la película.

Alejandra borda el papel de Carlota, esa niña de finos ademanes, cultísima, que se hace llamar Charlotte (también lo prefiere su madre, ya que los demás se empeñan en llamarla Carlotita, un uso del diminutivo que la lleva en los demonios...). Una joven tan exquisita, en definitiva, que enamora al rompecorazones Mastroianni. Sin embargo, poco a poco Charlotte va dándose cuenta que vive en una preciosa jaula de oro construida a su gusto por su amantísima madre, y el paso de un circo por el pueblo -pese a las reticencias de la matriarca- le ayudará a romper con todo en busca de su realización individual, por mor de reivindicar su diferencia en este mundo homogeneizado.

La película se llevó numerosos premios en la Argentina, entre ellos el de mejor actriz, merecidísimo, para la Brando. Nuestra Alejandra no consiguió mención alguna. Es igual. Su presencia en el film es inolvidable, como la de Lautner rodeado de vampiros crepusculinos. Por todos estos detalles, recomendamos De eso no se habla, película hoy día un tanto olvidada, a todos los lectores de Coincidencias Trastornadas